En 1768, en Londres, el Sargento Mayor retirado de caballería Philip Astley abrió una escuela de equitación, en la que por las tardes daba función, mostrando su destreza y la de sus alumnos. Dos años más adelante sus dotes para el espectáculo habían eclipsado por completo su trabajo como instructor, llevaba dos temporadas de funciones con considerable éxito y ahora necesitaba integrar novedades en sus funciones.

Así pues, en 1770, el circo nace ante la necesidad de los espectáculos ecuestres de incluir otros actos para evitar la monotonía. Era práctica común entre los jinetes acrobáticos mostrar sus destrezas galopando en círculo, pues de ese modo resultaba más sencillo para el espectador apreciar su ejecución (si galopara en línea recta pronto estaría muy lejos) y al jinete se le facilitaba mantenerse de pie sobre el caballo gracias a las fuerzas centrífuga y centrípeta. Alternando en la pista circular (el circo, el círculo) con los caballos aparecieron acróbatas, malabaristas, funambulistas y payasos.

El espectáculo que nació a finales del s. XVIII y tuvo un gran boom en el XIX estaba marcado con la impronta de la caballería, era el Circo Ecuestre.